Nos conocimos en unas
jornadas sobre botánica. Le encantó descubrir que me gustaba leer novelas
románticas, se apuntó a explorar todas y cada una de mis fantasías. Después nos
pasamos a la novela negra, creando una atmósfera sentimental de inseguridad y
lujuria. Con el tiempo advertí que tenía muy descuidado el jardín, sobre todo
el jazmín cuyo crecimiento había superado mis expectativas. Las tijeras de
podar ya no tenían nada que hacer, necesitaba como poco un hacha. Coincidió que
me regalaron “Cuentos de amor de locura y de muerte” de Horacio Quiroga, pocos
días antes de que le pidiera prestada el hacha a mi novio. Nunca llegué a
entender que desapareciera de mi vida inesperadamente.