―Pase
por aquí, por favor ―señaló el agente mientras lo tomaba del brazo y lo
conducía a la sala de interrogatorios.
―Lo
hemos traído para que nos cuente qué sucedió ―puntualizó otro agente una vez el
presunto estuvo acomodado.
―No
lo entenderían ―les espetó el detenido.
―Pruebe
a ver, se sorprendería de las cosas que podemos entender ―habló uno de los
policías en nombre de su compañero y de él―. Díganos su nombre en primer lugar.
―Me
llamo Pedro y estoy aquí porque piensan que maté a María.
―¿Lo
hizo? ―el tono intentaba camuflar un brote irónico.
―María
me engañaba, estábamos en casa y no paraba de hacer cosas. Todo el tiempo de un
lado a otro. La luz del contestador parpadeando me estaba poniendo nervioso y
ella lo miraba. Sé que lo miraba. La vi como lo miraba por el rabillo del ojo.
Tuve que gritar para que presionara el botón. Noté el miedo en sus ojos y
después alegría cuando la voz del mensaje le dijo que estaba admitida, ¡qué
estupidez! ¡Cómo si no supiera que todo era un código entre ellos!
―¿Qué
decía exactamente el mensaje?
―Que
María estaba admitida como secretaria, que él la atendió esa mañana y que le
había causado muy buena impresión, cómo si yo no supiera el tipo de impresión
al que se refería.
―¿Qué
hizo usted después? ―prosiguió el agente interrogando.
―No
es lo que hice después es lo que pasó antes.
―Bueno
pues cuéntenos todo lo que pasó antes ―intervino el compañero.
―La
acompañé a la consulta, tenía cita para recoger unos resultados, y cuando el
doctor le dijo que estaba todo bien, que sólo sería necesaria una pequeña
intervención quirúrgica, la muy descarada lo abrazó. Allí mismo, delante de mí.
―A
su mujer se le diagnosticó un fibroma mamario, lo hemos investigado.
―No
sé lo que es eso, no me dijo nada al respecto. Pero estuve con ella en una
empresa en la que se suponía que iban a entrevistarla, ¿y qué creen que pasó
cuando salió del despacho? ―Los dos agentes permanecieron en silencio esperando
que el acusado continuara. ―Había roto la pulsera que le regalé por nuestro
primer aniversario, a saber qué hicieron allí dentro para llegar a eso.
―Seguramente
la rompió ella misma, estaría nerviosa por la entrevista de trabajo.
―La
acompañé todo el tiempo, fuimos en metro al centro de la ciudad, nosotros que
vivimos en las afueras, todo porque me dijo que quería su espacio, que
necesitaba trabajar, como si yo no la mantuviera como una reina…
―Tenemos
los resultados de unas radiografías que le realizaron hace unos meses y
presenta varias fracturas óseas, si no se dedicaba al boxeo, explíquenos de
dónde salieron esas fracturas ―apremió uno de los agentes.
―Era
muy despistada, Esa misma mañana no sonó el despertador, cuando abrió los ojos
y miró la hora, saltó de la cama y resbaló golpeándose con la mesita de noche,
después tuvo que ponerse tanto maquillaje que parecía una payasa.
―Nos
gustaría que fuera al grano. ¿Por qué la mató? ―Los agentes no querían alargar
el interrogatorio más de lo necesario.
―¿Saben
lo que hizo cuando escuchó el mensaje del contestador?
―Sí,
hemos visto la maleta preparada y la nota: “Hasta nunca Pedro” ―citó
textualmente el agente―. ¿Se marchaba de casa? ¿Lo iba a abandonar? ¿Ese fue el
motivo?
―Ojalá
se hubiera ido, pero no. María era muy retorcida, llenó la maleta con mi ropa,
me echaba de casa.
―¿Por
eso la empujó hasta tirarla por la ventana?
―¿Qué
otra cosa podía hacer? Ella quería echarme, abandonarme a mi suerte, actué en
defensa propia.
―¿Creyó
que lo tomaríamos por un accidente, verdad?
―Todo
iba bien, ¿cómo lo supieron?
―María
nos lo ha contado. Viven en un segundo piso, milagrosamente se ha salvado. Va a
tener suerte, no lo van a condenar por asesinato.
―Pero
perderé mi libertad ―expresó lastimeramente, consciente de su verdadera
situación.
―No
se engañe, nunca fue libre, siempre estuvo preso de sus demonios.
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