Coincidieron después de
tres años, cada uno con sus respectivas parejas. Él jugaba con su chica a ver
cuál de los dos hacía más carantoñas al otro. Ella mantenía guardada la pasión que únicamente dejaba salir en el momento oportuno, mientras paseaba al lado de
su chico. No intercambiaron palabras, sólo miradas.
Al
día siguiente, él terminó con su chica. Ella, en cambio, continuó su relación.
Hasta que una noche cualquiera, a una hora inesperada sonó el teléfono. Era él,
llamándola para decirle que la amaba,
que por mucho que lo intentara no podía amar a otra como la había amado a ella.
Y ella no colgó, se dejó envolver por el sonido de su voz.
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