jueves, 12 de abril de 2012

CUESTIÓN DE SEXO


Allí tenía a Gloria, desnuda y dispuesta para él. Pero Martín amaba a Rita, la mujer por la que había abandonado los votos que un día hiciera a Dios. Su relación con Rita iba cada vez mejor, no sólo la amaba, la adoraba. Había llegado el momento de dar un paso más, de culminar sus sentimientos tanto con sus almas como con sus cuerpos. La presión era enorme, no había estado nunca con una mujer y Rita tenía bastante experiencia, una mujer tan bella, con ese cuerpo de curvas perfectas, esos labios dulces, esos ojos rasgados… No le importaba cuantos hombres pudieron disfrutarla, pero sí ser el último que lo hiciera. Gloria le ayudaría, no le pesaba haber gastado parte de sus ahorros en ella.
Tumbada en la cama lo esperaba Gloria. Después de haber visionado varias películas eróticas, desechó las porno por herir su arraigada sensibilidad, decidió poner en práctica lo que había aprendido. Untó con nata la comisura de los labios de Gloria y pasó la punta de la lengua con cuidado, mientras que con las yemas de los dedos le acariciaba el cuello, los hombros y los brazos hasta llegar a las manos. Ella permanecía quieta, dejándose hacer. Los preliminares tenían que ser perfectos, no quería perderse ni un centímetro de su piel, la recorrería toda, el sólo hecho de pensar hacerle eso a Rita le provocó una erección. Trazó un camino de besos húmedos, desde el cuello hasta los pechos, dibujando la redondez de su volumen con la lengua. Se detuvo bastante tiempo en los pezones, primero succionó uno y después el otro, mientras que sus manos recorrían la longitud de sus piernas. Bajó muy despacio por la planicie de su vientre hasta llegar al centro de su femineidad, lamiendo una y otra vez, preparándola para recibirlo. La penetró lenta y profundamente. Emprendió un ritmo acorde a sus necesidades, tenía que aguantar, hacer que ella se sintiera satisfecha. Minutos después no pudo más, el clímax llegó, temblando dejó caer su peso sobre Gloria. La miró agradecido, era la primera vez que la usaba y la experiencia había sido muy satisfactoria. Cogió las toallitas húmedas que guardaba en la mesita de noche y la limpió con mucho cuidado. Después, abrió una de las puertas del armario y la metió dentro, presionando para que no saliera, no quería desinflarla, no todavía, y menos después de lo que habían compartido.


4 comentarios:

  1. La triste realidad delhombre, y su sexo quelo aprisiona en la cárcel del deseo, su esclavitud.

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  2. Cierto Edith, todos somos en mayor o menor medida esclavos de nuestros deseos.
    Un saludo.

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  3. Mira q te gusta un final sorpresa.... Te vas a especializar en dejarnos con esa sonrisa medio triste medio ironica al final de cada relato??.
    P.D; Eso de compartir barrio con una escritora y encontrarsela por la calle, mola.

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    1. Nos quedan muchos encuentros... Y la alegría que me da verte...

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