miércoles, 23 de mayo de 2012

COSAS QUE PASAN



―Pase por aquí, por favor ―señaló el agente mientras lo tomaba del brazo y lo conducía a la sala de interrogatorios.
―Lo hemos traído para que nos cuente qué sucedió ―puntualizó otro agente una vez el presunto estuvo acomodado.
―No lo entenderían ―les espetó el detenido.
―Pruebe a ver, se sorprendería de las cosas que podemos entender ―habló uno de los policías en nombre de su compañero y de él―. Díganos su nombre en primer lugar.
―Me llamo Pedro y estoy aquí porque piensan que maté a María.
―¿Lo hizo? ―el tono intentaba camuflar un brote irónico.
―María me engañaba, estábamos en casa y no paraba de hacer cosas. Todo el tiempo de un lado a otro. La luz del contestador parpadeando me estaba poniendo nervioso y ella lo miraba. Sé que lo miraba. La vi como lo miraba por el rabillo del ojo. Tuve que gritar para que presionara el botón. Noté el miedo en sus ojos y después alegría cuando la voz del mensaje le dijo que estaba admitida, ¡qué estupidez! ¡Cómo si no supiera que todo era un código entre ellos!
―¿Qué decía exactamente el mensaje?
―Que María estaba admitida como secretaria, que él la atendió esa mañana y que le había causado muy buena impresión, cómo si yo no supiera el tipo de impresión al que se refería.
―¿Qué hizo usted después? ―prosiguió el agente interrogando.
―No es lo que hice después es lo que pasó antes.
―Bueno pues cuéntenos todo lo que pasó antes ―intervino el compañero.
―La acompañé a la consulta, tenía cita para recoger unos resultados, y cuando el doctor le dijo que estaba todo bien, que sólo sería necesaria una pequeña intervención quirúrgica, la muy descarada lo abrazó. Allí mismo, delante de mí.
―A su mujer se le diagnosticó un fibroma mamario, lo hemos investigado.
―No sé lo que es eso, no me dijo nada al respecto. Pero estuve con ella en una empresa en la que se suponía que iban a entrevistarla, ¿y qué creen que pasó cuando salió del despacho? ―Los dos agentes permanecieron en silencio esperando que el acusado continuara. ―Había roto la pulsera que le regalé por nuestro primer aniversario, a saber qué hicieron allí dentro para llegar a eso.
―Seguramente la rompió ella misma, estaría nerviosa por la entrevista de trabajo.
―La acompañé todo el tiempo, fuimos en metro al centro de la ciudad, nosotros que vivimos en las afueras, todo porque me dijo que quería su espacio, que necesitaba trabajar, como si yo no la mantuviera como una reina…
―Tenemos los resultados de unas radiografías que le realizaron hace unos meses y presenta varias fracturas óseas, si no se dedicaba al boxeo, explíquenos de dónde salieron esas fracturas ―apremió uno de los agentes.
―Era muy despistada, Esa misma mañana no sonó el despertador, cuando abrió los ojos y miró la hora, saltó de la cama y resbaló golpeándose con la mesita de noche, después tuvo que ponerse tanto maquillaje que parecía una payasa.
―Nos gustaría que fuera al grano. ¿Por qué la mató? ―Los agentes no querían alargar el interrogatorio más de lo necesario.
―¿Saben lo que hizo cuando escuchó el mensaje del contestador?
―Sí, hemos visto la maleta preparada y la nota: “Hasta nunca Pedro” ―citó textualmente el agente―. ¿Se marchaba de casa? ¿Lo iba a abandonar? ¿Ese fue el motivo?
―Ojalá se hubiera ido, pero no. María era muy retorcida, llenó la maleta con mi ropa, me echaba de casa.
―¿Por eso la empujó hasta tirarla por la ventana?
―¿Qué otra cosa podía hacer? Ella quería echarme, abandonarme a mi suerte, actué en defensa propia.
―¿Creyó que lo tomaríamos por un accidente, verdad?
―Todo iba bien, ¿cómo lo supieron?
―María nos lo ha contado. Viven en un segundo piso, milagrosamente se ha salvado. Va a tener suerte, no lo van a condenar por asesinato.
―Pero perderé mi libertad ―expresó lastimeramente, consciente de su verdadera situación.
―No se engañe, nunca fue libre, siempre estuvo preso de sus demonios.

miércoles, 2 de mayo de 2012

LA NOCHE DEL ACERTIJO (2ª parte)



A las cuatro y media de la mañana nuestras deducciones nos llevaron a la conclusión de que debía llevar más o menos un año muerta, teniendo en cuenta que el hotel no contaba con la antigüedad suficiente (hacía apenas dos años que fue abierto al público). Pero la luz nos desconcertaba, en qué luz debíamos fijarnos. Las cinco o seis copas que tomó mi nuevo amigo no facilitaron la tarea, pasaba el tiempo sin que su razonamiento le llevara a ninguna conclusión. Al fin y al cabo yo sólo era una ayuda bien avenida pero el que se jugaba la vida era él.
            A las cinco decidió volver a la habitación, pensó que allí, tal vez, podría inspirarse. Con cierta aprensión lo acompañé dentro. Era una suite doble, con un lujo ostentoso, unas vistas magníficas de la fauna marina y un mecanismo que realizaba tareas a través de la voz. Para encender las luces, o marcaba un código o lo pronunciaba en voz alta: “220-1”, para correr las cortinas:”220-2”, para acceder al mini-bar que salía de una de las paredes:”220-3”…
―¡Claro! ¿Cómo no lo hemos visto antes? ―miró en todas direcciones como alucinando ―. Está aquí, sólo hay que decir el código. Está en una de estas paredes, sólo hay que abrirla con el código.
            Pensé que se había vuelto loco, ¿qué código? Vi cómo tecleaba en el ordenador portátil buscando la solución: 9.454.254.955.488 fue la respuesta. Había unido las palabras año y luz de las frases que le diera el fantasma, el código eran los km que había en un año luz, sólo tenía que pronunciarlo y la maldición o lo que fuera desaparecería. A escasos segundos de la hora señalada mi amigo pronunció esta cantidad.
            Sir Jeremy murió repentinamente a las seis en punto de la mañana. Si piensas que no era esa la solución te equivocas, la respuesta era correcta, el error lo cometió al leer la cantidad, no supo hacerlo correctamente, la impaciencia, los nervios, el alcohol y el miedo, no lo ayudaron. Bastaba con decir nueve billones, cuatrocientos cincuenta y cuatro mil doscientos cincuenta y cuatro millones, novecientos cincuenta y cinco mil cuatrocientos ochenta y ocho. Una noche entré en la habitación, no me preguntes cómo, y pronuncié la cantidad correctamente, alto y claro. De una pared giratoria salió un cadáver descompuesto, el cadáver de la esposa de uno de los accionistas que en su día controlaba el hotel, repentinamente vendió sus acciones y nunca más se supo de su paradero. El fantasma ya podía descansar en paz y mi amigo Jeremy supongo que también.