sábado, 16 de junio de 2012

LA PETICIÓN


El timbre sonó y poco a poco los alumnos fueron abandonando el aula, todos menos uno que se quedó sentado esperando que la profesora reparara en su presencia.
―¿Te ocurre algo? ―le preguntó preocupada.
―Señorita Eli, tengo que decirte una cosa ―su tono pretendía ser neutro pero el movimiento de sus manos, apretándose una contra otra, delataban su estado.
―Por supuesto  ―dijo solícita mientras acercaba una silla y se sentaba a su lado.
            Pedro estaba inmóvil mirando al frente, abría y cerraba la boca pero no salía sonido alguno, tenía algo que decir pero no sabía cómo.
―Señorita Eli, tú sabes cuánto te queremos todos. Tú nos ayudas, nos enseñas… Te tenemos confianza.
―Lo sé, y en nombre de esa confianza que dices que me tienes habla sin miedo.
―Vale, ¡uf!, verás, llevamos todo el curso preguntándonos cosas sobre ti, sobre tu vida, tu edad...
―Eso es natural ―interrumpió Eli esbozando una sonrisa―, cuando se pasa mucho tiempo con una persona pueden pasar dos cosas: que la admires y te importe y por eso quieras saber cosas sobre ella; o que te caiga mal y no quieras ni hablarle. Yo me siento halagada por ese sentimiento que dices que despierto entre vosotros.
―Y mucha curiosidad ―continuó machacón Pedro.
―Pues no es para tanto, tengo veintiocho años, vivo con mis padres, os doy clases y esa es toda mi vida.
―Ya señorita Eli, pero tendrás sentimientos, deseos…
―No sé exactamente a que te refieres, estoy satisfecha con mi trabajo y en general con mi vida.
―Pero una persona no puede estar sola siempre, necesita una pareja, alguien en quien confiar  y con quien compartir su vida.
―A ver ―le dijo mientras sonreía―,  me parece que estás soltando todo este discurso para decirme que te gusta una chica.
―Vale, algo de eso hay, ¡uf!, pero no quiero hablar de mí sino de ti.
―Y eso, ¿por qué?
―Porque quiero pedirte algo, ¡uf!, no sé cómo hacerlo y necesito conocerte un poco mejor antes de lanzarme.
―Pues suéltalo cuanto antes. Dejarás de estar nervioso y yo podré saber por fin de qué se trata.
            Eli estaba totalmente desconcertada, por el camino que iba el chico parecía que su intención era declararse, y aunque la idea en sí ya era bastante disparatada, con los adolescentes, por el mero hecho de serlo, había que ir con pies de plomo.
―Tú nos hablas de historia, guerras, relaciones… Todas esas cosas que cuentan los libro, ¡uf!, pero nosotros queremos que nos hables de amor.
―Pedro, el amor es algo particular y privado que cada persona vive y siente de una manera diferente.
―Sí, ¡uf!, seguramente tienes razón, pero a mi edad la mayoría de los chicos han visto el amor…
―Pedro, el amor no se ve, se siente ―le explicó ya verdaderamente preocupada.
―¡Uf! Los que tengan la suerte de sentirlo, los que son como mis compañeros y como yo puede que no lo conozcamos nunca.
―¿Y cuál crees tú que es la solución? ―deseaba escapar cuanto antes, se sentía agobiada.
―La solución es que las personas cercanas nos ayuden y lo que es normal para los demás lo sea para nosotros.
―¿Y qué cosa en concreto piensas que no puedes hacer con normalidad?
―¡Uf! Elegir una película.
            Los dos guardaron silencio, Eli observaba a Pedro mientras este miraba al frente deseando soltar las palabras que se le atragantaban.
―Señorita Eli, quiero pedirte en nombre de la clase si podemos traer una película para que nos la audio describas.
―¡Claro que sí! ―respondió contenta mientras respiraba tranquila, ¡pobre chico!, la que había liado para decir que quería poner una película.
―Pero la que nosotros queramos.
―Vosotros mandáis.
―Señorita Eli, queremos que nos audio describas “Emmanuel”.